viernes, 3 de agosto de 2012

PROGRAMAS EMPRESARIALES

Fomentando la Salud Integral

Programa de Bienestar 

Institucional

Por mucho tiempo, la salud fue definida exclusivamente desde el modelo biomédico como la ausencia de enfermedad, como un bien que había que conservar; pero la definición del concepto ha trascendido, y dejado de concebirse como un estado estático, que se tiene o no se tiene, para comprender que también hay que desarrollarla. La Organización Mundial de la Salud – OMS- considera que “la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social y no meramente la ausencia de dolencias o enfermedad”. Dicha definición coincide mas con el modelo biopsicosocial que ha estado emergiendo hace algún tiempo y que tiene una visión más positiva y pluralista de la salud y la enfermedad.

Ahora bien, al hablar de que la salud hay que desarrollarla, se hace necesario buscar las estrategias para hacerlo; es por ello que se habla de la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad, pues ésta debe considerarse como el valor fundamental, como un recurso para la vida diaria, y no como el objetivo de la misma. Lo anterior fundamenta la importancia y la necesidad de los procesos de reeducación y reaprendizaje de la población, para fortalecer la autonomía y el control sobre su propia salud, pues la promoción de la misma (potenciarla al máximo) no es sólo responsabilidad del sector sanitario a través del Estado, sino que va más allá de los estilos de vida sanos[1], y por tanto es corresponsabilidad de cada persona. 


Entonces, ¿Que son los estilos de vida?, ¿Qué es eso de las conductas poco saludables?, ¿Es que hay conductas saludables? ¿Pueden curar las enfermedades? ¿Cómo se cambia un estilo de vida, y cambiarlo a qué? Preguntas como ésta son las que cualquier persona se haría en primera instancia, y son las que se desarrollarán a continuación para entender mejor cómo nosotros debemos hacernos responsables de nuestra salud y bienestar.


 “El término estilo de vida se utiliza para designar la manera general de vivir, basada en la interacción entre las condiciones de vida, en su sentido más amplio, y las pautas individuales de conducta, determinadas por factores socioculturales y características personales. Los estilos de vida de un grupo social comprenden una serie de pautas de conducta determinadas socialmente y de interpretaciones de situaciones sociales. Estas pautas son desarrolladas y utilizadas por la comunidad como mecanismo para afrontar los problemas de la vida. Así, el estilo de vida de una persona está compuesto por sus reacciones habituales y por las pautas de conducta que ha desarrollado durante sus procesos de socialización. Estas pautas se aprenden en la relación con los padres, compañeros, amigos y hermanos, o por la influencia de la escuela, los medios de comunicación, etc. Dichas pautas de comportamiento son interpretadas y puestas a prueba continuamente en las diversas situaciones sociales y, por tanto, no son fijas, sino que ESTÁN SUJETAS A MODIFICACIONES.” [2]
 
Según McAlister (1981), las conductas saludables son “aquellas acciones realizadas por un sujeto que influyen en la probabilidad de obtener consecuencias físicas y filológicas inmediatas y a largo plazo y que repercuten en su bienestar físico y en su longevidad”[3]. Algunas de estas conductas son: practicar ejercicio físico, ejercicios de relajación, mantener una nutrición adecuada, adoptar comportamientos de seguridad, adherirse a los tratamientos terapéuticos, evitar el consumo de drogas y alcohol, tener sexo seguro, minimizar las emociones negativas, entre otros. Pero, ¿cómo se traduce esto en los hábitos aceptados culturalmente y los que normalmente mantenemos al interior de la familia? Sin duda, practicar hábitos saludables redundará en el mejoramiento de la calidad de vida, más para que esto sea posible, debe tenerse en cuenta el contexto de las comunidades y emprender procesos de reaprendizaje que contribuirán a la modificación de los hábitos poco saludables.

Lo anterior, sustenta el interés de MANDAARA por mejorar los estilos de vida de las personas -de forma individual y colectiva- para que sean más saludables y que contribuyan a mejorar su calidad de vida –complementado con los tratamientos médicos-, y estas conductas empiezan a ser replicables de acuerdo al contexto y necesidades, generando efectos positivos a largo plazo en cuanto a un mayor bienestar, disminución de enfermedades por la misma capacidad de identificar mecanismos para prevenirlas, mejorando la salud mental  (al desarrollar habilidades sociales, fortalecer la autoestima, cambiar ideas irracionales, fortalecer el trabajo en equipo, promocionar la garantía de los derechos, propiciar espacios de participación, entre otros).

De ahí que a nivel institucional -como en colegios, empresas- se desarrollen programas con metodologías participativas orientadas conceptual y metodológicamente a diferentes grupos poblacionales (padres, madres, estudiantes jóvenes y niños, docentes, directivos, empleados, contratistas, de acuerdo al contexto), hacia el desarrollo de estrategias y fortalecimiento de competencias, que posibilitarán cambios más efectivos en los hábitos (pensamientos, sentimientos y comportamientos) que favorecerán el mejoramiento de la calidad de vida de estas personas.

Para mayor información acerca de los servicios de MANDAARA a nivel institucional, contáctenos y diseñaremos una estrategia de acuerdo a sus necesidades.



DRA. DORA INÉS VIVANCO JULIO
Administradora en Salud Mandaara IPS
Psicóloga
Aspirante a Mag. Políticas Públicas



[1] Organización Mundial de la Salud OMS. Carta de Ottawa de Promoción de la Salud. Ottawa: OMS; 1986.
[2] http://www.comtf.es/cursos/EPS/EPS%202004%20Presentacion. ppt.
[3] OBLITAS, Luis A. psicología de la salud y calidad de vida. México: Thomson. 2004. Pág. 89.