Fomentando la Salud Integral
Programa de Bienestar
Institucional
Por mucho tiempo, la salud
fue definida exclusivamente desde el modelo biomédico como la ausencia de
enfermedad, como un bien que había que conservar; pero la definición del
concepto ha trascendido, y dejado de concebirse como un estado estático, que se
tiene o no se tiene, para comprender que también hay que desarrollarla. La
Organización Mundial de la Salud – OMS- considera que “la salud es un estado de
completo bienestar físico, mental y
social y no meramente la ausencia de dolencias o enfermedad”. Dicha
definición coincide mas con el modelo biopsicosocial que ha estado emergiendo
hace algún tiempo y que tiene una visión más positiva y pluralista de la salud
y la enfermedad.
Ahora bien, al hablar de que
la salud hay que desarrollarla, se hace necesario buscar las estrategias para
hacerlo; es por ello que se habla de la promoción de la salud y la prevención
de la enfermedad, pues ésta debe considerarse como el valor fundamental, como
un recurso para la vida diaria, y no como el objetivo de la misma. Lo anterior
fundamenta la importancia y la necesidad de los procesos de reeducación y
reaprendizaje de la población, para fortalecer la autonomía y el control sobre su
propia salud, pues la promoción de la misma (potenciarla al máximo) no es sólo
responsabilidad del sector sanitario a través del Estado, sino que va más allá
de los estilos de vida sanos[1], y
por tanto es corresponsabilidad de cada persona.
Entonces, ¿Que son los estilos de vida?, ¿Qué es eso de las conductas poco saludables?, ¿Es que hay conductas saludables? ¿Pueden curar las enfermedades? ¿Cómo se cambia un estilo de vida, y cambiarlo a qué? Preguntas como ésta son las que cualquier persona se haría en primera instancia, y son las que se desarrollarán a continuación para entender mejor cómo nosotros debemos hacernos responsables de nuestra salud y bienestar.
“El término estilo de vida se utiliza para
designar la manera general de vivir, basada en la interacción entre las
condiciones de vida, en su sentido más amplio, y las pautas individuales de
conducta, determinadas por factores socioculturales y características
personales. Los estilos de vida de un grupo social comprenden una serie de
pautas de conducta determinadas socialmente y de interpretaciones de
situaciones sociales. Estas pautas son desarrolladas y utilizadas por la
comunidad como mecanismo para afrontar los problemas de la vida. Así, el estilo
de vida de una persona está compuesto por sus reacciones habituales y por las
pautas de conducta que ha desarrollado durante sus procesos de socialización.
Estas pautas se aprenden en la relación con los padres, compañeros, amigos y
hermanos, o por la influencia de la escuela, los medios de comunicación, etc.
Dichas pautas de comportamiento son interpretadas y puestas a prueba
continuamente en las diversas situaciones sociales y, por tanto, no son fijas,
sino que ESTÁN SUJETAS A MODIFICACIONES.” [2]
Según McAlister (1981), las
conductas saludables son “aquellas acciones realizadas por un sujeto que
influyen en la probabilidad de obtener consecuencias físicas y filológicas
inmediatas y a largo plazo y que repercuten en su bienestar físico y en su
longevidad”[3].
Algunas de estas conductas son: practicar ejercicio físico, ejercicios de relajación, mantener una
nutrición adecuada, adoptar comportamientos de seguridad, adherirse a los tratamientos terapéuticos, evitar el consumo de drogas y alcohol, tener sexo
seguro, minimizar las emociones negativas, entre otros. Pero, ¿cómo se traduce esto en los
hábitos aceptados culturalmente y los que normalmente mantenemos al interior de la familia? Sin
duda, practicar hábitos saludables redundará en el mejoramiento de la calidad
de vida, más para que esto sea posible, debe tenerse en cuenta el contexto de
las comunidades y emprender procesos de reaprendizaje que contribuirán a la
modificación de los hábitos poco saludables.
Lo anterior, sustenta el
interés de MANDAARA por mejorar los estilos de vida de las personas -de forma individual y colectiva- para que
sean más saludables y que contribuyan a mejorar su calidad de vida
–complementado con los tratamientos médicos-, y estas conductas
empiezan a ser replicables de acuerdo al contexto y necesidades, generando
efectos positivos a largo plazo en cuanto a un mayor bienestar, disminución de
enfermedades por la misma capacidad de identificar mecanismos para prevenirlas,
mejorando la salud mental (al desarrollar
habilidades sociales, fortalecer la autoestima, cambiar ideas irracionales,
fortalecer el trabajo en equipo, promocionar la garantía de los derechos,
propiciar espacios de participación, entre otros).
De ahí que a nivel institucional -como en colegios, empresas- se desarrollen programas con metodologías participativas orientadas conceptual y metodológicamente a diferentes grupos
poblacionales (padres, madres, estudiantes
jóvenes y niños, docentes, directivos, empleados, contratistas, de acuerdo al contexto), hacia el desarrollo de estrategias y
fortalecimiento de competencias, que posibilitarán cambios más efectivos en los
hábitos (pensamientos, sentimientos y comportamientos) que favorecerán el
mejoramiento de la calidad de vida de estas personas.
Para mayor información acerca de los servicios de MANDAARA a nivel institucional, contáctenos y diseñaremos una estrategia de acuerdo a sus necesidades.
DRA. DORA INÉS VIVANCO JULIO
Administradora en Salud Mandaara IPS
Psicóloga
Aspirante a Mag. Políticas Públicas
[1] Organización Mundial de la Salud OMS. Carta de Ottawa de Promoción de la Salud. Ottawa : OMS; 1986.
[2]
http://www.comtf.es/cursos/EPS/EPS%202004%20Presentacion. ppt.